Cartas a mi nieto: 

Autora: Basi Macía López

    Desde que mi nieto cumplió un año, hasta hoy mismo que estoy escribiendo esta carta,  nunca he dejado de hacerlo durante demasiado tiempo.

Tengo un enorme libro de cuero en el cual voy pegando cada una de las cartas que dirijo a mi pequeño (ya grandote) nietecillo.

Diez  años seguidos en los que he cantado sus primeras canciones, le he visto dar sus primeros pasos, le compré una casita para poner en el jardín de la casa que iban a estrenar y que mientras, la puse en mi cocina porque así podíamos hacer las comiditas los dos juntos, le he llevado y recogido de la guardería, y cuando era primavera cortaba margaritas para su abuela, sorprendiéndome que con poco más de un año decía los números de los portales por los que íbamos pasando, poco después ya eran los carteles de los comercios, y que tenía sorprendidos a todos mis vecinos porque recordaba los pisos en que vivían, la letra… y de pronto, sus padres,  mas listos y más enterados que yo deciden que hay que… no sé  como decirlo, hacerle un estudio.

Y le diagnosticaron un trastorno del espectro autista. ¡Está tan lejos el autismo cuando no sabes nada de él! ¡Parece una cosa tan aterradora! Y no es que me asustara nada en especial, siempre pensé que mi niño era maravilloso y que eso no podía cambiarlo nada…

Estudié el Síndrome de Asperger hasta que se me caían las pestañas, leí lo que se puede y más sobre el autismo… hasta que lo encarné.

Y, (aquí retomo las cartas a mi nieto) ¿sabes que, cariño? Pues que ahora no hay nada que me asuste, solo sigo pensando lo que siempre pensé, que si los humanos no hiciéramos tantas diferencias no habría ningún problema para nadie.

¡Te veo tan feliz! Y eso que me llamas vieja, y me dices que me voy a morir pronto…. mientras buscas mi complicidad ante tus demandas…

¿Recuerdas cuando hace dos años te llevé a Paris? ¡Que felices fuimos!. Tú, porque (¡al fin!

– decías) veías la catedral de Notre Dame, el Arco del Triunfo, la Torre Eiffel… Yo, porque estaba contigo y disfrutaba de verte, solo con mirar tu carita de felicidad: “Mírala, abuela, ahí esta, Notre Dame EXISTE!” …

Estoy muy orgullosa de ti. En todo este tiempo has luchado como un campeón en el cole,  donde no siempre ni profesores ni alumnos acaban de estar preparados para aceptar nada diferente, y sin embargo te olvidas de tus intereses (la geografía, la astronomía…) y eres capaz de estudiar las demás asignaturas como si te interesaran; con tu psicóloga, paso a paso, aprendiendo cosas, con tus padres, absolutamente volcados contigo; con tu hermanito pequeño, al que adoras, y que siempre te defiende, porque ya sabe que en eso de los amigos “el listo” es él…

Y (¡como somos las abuelas!) es que me tengo que sentir orgullosa, porque, ¿lo bien que dibujas? Tengo la casa empapelada sobre todo con tus dibujos, porque mira que son originales y alegres…. ¡Ay, que me pasaría el día hablando de ti!.  Además también me encanta que te guste la música, y que, como la otra noche en tu cuarto que tarareaste todas las canciones de los Beatles y te sorprendía que yo, ¡tan vieja! las conociera. Además me enseñaste una canción preciosa de “The Machine” “Killing in the”, que la cantaste muy bien, muy bajito, como a mi me gusta, y que además tiene una letra tremenda además de la música. A veces, cuando no me duermo, escucho tu vocecita como si me la cantaras otra vez, y poco a poco, despacito, bajito como tu canción, me va llegando el sueño.

Tengo que acabar de escribir esta carta, porque como siga diciendo las cosas que me gustan de ti no voy a acabar nunca.  Y eso que no escribo tan bien como tú, que cuando escribes esos microrelatos que escribes se me pone la piel de gallina. ¿Cómo es posible que de esa cabecita puedan salir esas ideas que tienes, que ya solo con el título te dejan descolocada?

No te haces idea de cuanto me has enseñado en mi ya larga vida. Eres sin lugar a dudas lo mejor que me ha pasado. Y me aburre la gente que me dice que si mis otros nietos, que no se qué, que no se cuanto. A ti te lo he explicado y lo has entendido a la primera ¿A que sí?  No es cuestión de amor, que amor hay para toooodo el mundo. Aunque parezca mentira en tu caso… es cuestión de EMPATÍA.

Te quiero mucho, como siempre,  Abuela.

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