El laberinto de cristal

Autora: Virginia Martínez

Cuando era pequeña,  recuerdo que una de las atracciones que más me gustaba era un laberinto que era de cristal, entrabas por un lado y tenías que encontrar la salida, entraba con mi hermano más pequeño y a veces, él estaba pegado al cristal y yo al otro lado lo veía llorar porque me veía, pero no me podía tocar porque nos separaba ese cristal transparente, yo le decía no te muevas que voy a por ti, y aunque no era fácil, cuando ya estábamos juntos, él cogido de mi mano, salíamos de la atracción felices.

Mi princesa tiene 15 años, hasta pasados los 7 no tuvimos el diagnóstico de autismo, pero desde que ella tenía 3 estuvimos yendo a psicólogos, en el CSMIJ de mi pueblo fue donde Albert Torné, puso nombre y entendí tantas cosas, lo dificil que eran para mi hija los cambios de espacio, por eso tardábamos tanto en bajar del coche, las esterotipias de su cuerpo, las ecolalias, sus obsesiones.

Me separé cuando ella iba a cumplir 3 años y no ha sido un camino nada fácil, pero siempre han estado mis padres para apoyarme, en especial mi madre, desde hace unos años  el alzheimer se apoderó de ella, y además de las dificultades del día a día, mi corazón roto por el dolor, lo ha amortiguado la felicidad de mi princesa, tan divertida, tan agradecida, siempre que come: mamá, esto está delicioso!  Puedo repetir??? Y todas las noches, me dice Te he dicho que te quiero???  Soy afortunada de que pueda expresarse, aunque sea con sus limitaciones.

Pues si el camino era cuesta arriba, ahora con los ataques de epilepsia que han aparecido con la adolescencia, con sus ataques de ira puntuales, a veces me falta el oxígeno, pero estoy segura que lo superaremos. Y vuelvo al principio de mi relato, con mi princesa me siento en un laberinto de cristal, tantas veces las dos mirándonos, pero no puedo llegar donde está ella, a diferencia de mi hermano, yo no puedo ir a buscarla, porque aunque yo le ponga todos los recursos a su alcance, aunque le extienda la mano, ella es la que decide cuándo y cómo. Y cuando da ese pequeño paso, es un gran avance que celebramos.

Vivimos el día a día, planificando su horario con pictogramas, hace unos dias hemos salido del hospital y de allí hemos aprendido a tener una silla de pensar, para cuando hace algo inapropiado, sentarse, hacer 5 respiraciones, los pies juntos, las manos unidas sobre la barriguita y a contar hasta 10, de momento nos está funcionando. Gracias a todo el personal de Itaka.

Adoro a mis dos hijos, pero mi princesa disfruta tan intensamente todo lo que le gusta, la comida, la música, una película…expresa sus sentimientos tal cual. Y creo que todos deberíamos aprender a vivir el momento, con intensidad y con sinceridad.

Virginia

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