Rompiendo esquemas.

Autora: Marina Tena Tena

Me habían hablado del autismo.

Lo habían presentado como una lista de características. Como (aunque no tiene por qué) acaban enseñándose muchas veces las cosas en cualquier centro de estudio. Una serie de datos que memorizar y usar para clasificar. O para escupirlos en el examen. Incógnita elevada al cuadrado: Ecuación de segundo grado. Uso exagerado del dorado y el rojo, estilo recargado: Barroco.  Comportamiento obsesivo, dificultad de entablar relaciones, lenguaje limitado o nulo: Autismo. Listas. Datos.

Me habían hablado del autismo pero Sam le puso cara. Y alma.

-Olvida lo que has estudiado.-Me dijo Cristina, su profesora.-Y conócele.

Porque Sam tenía la suerte de tener una de esas profesoras que sirven de ejemplo. Que viven y se desviven por su trabajo. Que al tener un niño de esas características había leído y aprendido de asociaciones y cursos para suplir lo que desconocía y poder darle lo que todo niño debe recibir: Una educación adecuada. Sin profesor auxiliar (no hay dinero) sin la formación específica previa (no se puede dar todo) y con más del máximo de niños permitidos por aulas (no están las cosas como para hacer un tercer grupo. No nos van a mandar a otro profesor. Apretar a los niños).

Cristina luchaba por dar lo mejor de sí misma por cada niño.

Sam no iba a ser una excepción.

Sam, que rompió uno a uno todos los tópicos que a mí me habían obligado a memorizar. Sam hablaba y sonreía. Sam se acercaba a los otros niños y los otros niños le querían. Si había mucho ruido o mucho desorden se iba a su esquina hasta que se tranquilizaba y volvía por sí mismo. Sam levantaba la mano y participaba en clase. Hablaba de muchos temas, siempre con su voz baja y aguda. A veces alzaba la vista a los ojos. Mientras mejor te conocía, más tiempo la mantenía.

Le gustaba el colegio y el recreo. Era bueno en los idiomas y dibujando. Le gustaba leer y estoy segura de que si supiera cómo, golpe a golpe, desmontaba mis esquemas, también hubiera estado encantado de hacerlo. El último día de curso se acercó muy serio. Y, derribando lo poco de los clichés que me habían enseñado a memorizar me dio un abrazo largo. Tan fuerte que casi me hizo daño.

¿Cómo se puede formar a los futuros maestros sobre la verdadera realidad del autismo? Sin listas de datos que memorizar, sin esquemas rígidos, sin meter a todos esos niños en un mismo saco de “casos especiales.” No creo que haya una respuesta fácil. Por desgracia, muchas veces es más fácil quejarse de los profesores que invertir en su formación. Por suerte, yo tuve dos excelentes maestro. Una fue Cristina: “Olvida lo que has estudiado y conócele.” El otro fue Sam.

Que sin darse cuenta rompió todos mis esquemas.

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