COSQUILLAS

Autor: Alejandro Bolancel Rubio

Cosquillas; sí: cosquillas, como el título de una de las muchas canciones que tiene el Cantajuegos, son lo que más le gusta a Candelita, de todas las formas posibles y en todas las partes del cuerpo; no hay otra cosa en el mundo que maraville más a Candela que unas buenas cosquillas…

Candelita acaba de cumplir cinco años, y a pesar de su autismo, acompañado de un retraso madurativo importante, es una niña inmensamente dichosa, risueña, juguetona, sociable y vivaz como pocas. Y es que, a pesar de sus limitaciones, más que reseñables, de comunicación, le encanta jugar, repartir cariño con casi todas las personas que conforman su particular universo: profesores, terapeutas, personal médico, familia y, muy particularmente, su querido papá.

Candelita aprovecha la menor oportunidad para llevar a su padre de la mano a cualquier sitio donde ella sabe que hay espacio para que él pueda hacerla objeto de las mil y una piruetas que ejecuta de manera perfecta para lograr el objetivo perseguido. Comienza el ritual con maestría aupándola con sus enormes brazos; la sostiene muy, pero que muy arriba, y finalmente la deja caer de golpe, hasta que su cabeza queda casi a ras de suelo. Aquí empiezan las carcajadas de Candela, que redobla cuando, una vez boca abajo, su padre, con la única mano que le queda libre, inicia un auténtico catálogo de cosquillas sobre su torso. Entonces el éxtasis es absoluto: Candela ríe sin barreras, y papi, orgulloso, olvida todos los reveses, penas y sufrimientos que llevan pasados; sólo piensa en entregarse al juego, disfrutar como si no hubiera un mañana y, de paso, intentar entablar algún tipo de conexión con ella.

No hace falta decir que Mamá y Papá sufren mucho. A día de hoy Candela no ha desarrollado expresión verbal alguna, y su retraso cognitivo es grave. De ahí la importancia de cualquier signo de entendimiento o comprensión que pueda mostrar. Y qué mejor para ello que su pasión por las cosquillas; ceremonial que papi repite a diario no menos de veinte veces, aunque para ella bien podrían ser cuarenta, o cincuenta… No se cansa nunca.

La última visita a la Unidad de Salud Mental Infantil fue especialmente provechosa. La psiquiatra quiso saber sobre los gustos y actividades de Candela, y cuando se le habló de las cosquillas su respuesta fue rápida y directa: jugar con los adultos (preferentemente “a cosquillas”), y en especial si es con el padre, produce en el niño un placer doble. Alguien sopló a la facultativa que el papá tenía la capacidad de hacer reír a Candela en cualquier momento, a cualquier hora del día y en cualquier lugar, y ella, educadamente, pidió una demostración. Fue así como el padre, en un arrebato de pundonor, se colocó en posición y comenzó su liturgia. Pronto, las carcajadas de Candela inundaban la sala, contagiando a todos. El veredicto del equipo médico fue concluyente: se trataba de algo excepcional, dado que los niños con este tipo de trastornos suelen mostrarse más distantes, menos afectuosos.

Lo que ocurrió en aquella sala marcó el devenir de nuestra querida Candela, del trabajo que realizamos con ella desde hace ya cinco años: debemos aprovechar su necesidad inagotable de afecto, de placer inocente, pero efectivo, para, a partir de una serie de parámetros preestablecidos por los especialistas, interactuar, fomentar la relación con ella y, poco a poco, favorecer por su parte un cambio de actitud.

A día de hoy, los numerosos problemas que surgen a diario no empañan más nuestra alegría. Las cosquillas han pasado a ser la actividad clave en torno a la cual giramos la familia entera, y en el centro neurálgico de ese especial, e intenso, microcosmos está Candela: radiante, feliz, viva; todos, esperanzados en un futuro que hasta hace sólo unos meses parecía no existir. Hablo de un universo en el que Candela, mi niña, espera siempre recibir -en los pies, el cuello, la barriga, las axilas…-, una caricia en forma de cosquillas que le haga alcanzar el paraíso; y nosotros que obren en ella el milagro tanto tiempo anhelado de la comunicación.

 

 

 

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