“¿Por qué?”

Autora: Francisca Rivera Leiva

 

Estaba sentada junto a ti en aquella terraza que había en el parque cerca de nuestra casa. Yo estaba leyendo un libro que acababa de coger en la biblioteca pública de nuestro barrio, y tú ojeabas tus pequeños tesoros. Aquellos folletos y apuntes que guardabas en casa dentro de tu caja de color azul. Te miré y, quizá  ausente,  no te habías percatado que te estaba observando.

El amor te hace entender que hay veces que debes callar.

Hace unos años hubiera sido impensable que pudiéramos estar los dos juntos sentados un rato sin tener un pequeño sobresalto, ya fuera porque apareciera  un pájaro que rompiera tu tranquilidad. O un niño que llevará un globo  que pudiera explotar  y te diera miedo. O  me preguntaras cuanto tiempo íbamos a tardar en irnos.  Esta vez, podías esperar…

El amor calma todas las cosas y  como todo en la vida, tiene sus fases.

Sacaste un pequeño trozo de papel tamaño cuartilla que habías doblado y que no querías que viera y, a continuación, un bolígrafo. Yo me hice la despistada aun mirándote de reojo, continuaba leyendo el libro de la biblioteca. Estaba muy interesante. Cogí el vaso de tónica y dí, un pequeño sorbo dejándolo de nuevo encima de la mesa. Observé tu papel  escrito, esta vez en minúsculas, y  leí:

” Quiero ser feliz”. Al lado, pegaste un gomets en forma de corazón.

El amor bien entendido engrandece nuestra vida y nos hace superar todas las barreras.

Levanté  la vista hacia arriba y vi cómo el cielo de color azul se tornaba anaranjado. Estaba atardeciendo. Volví a mirar aquel pequeño papel que se había llenado de fechas importantes para ti. El día de tu cumpleaños, el día de la excursión de fin de curso, el día que te encontraste con tus antiguos amigos… Se me humedecieron los ojos y tomé de nuevo el vaso y volví a beber y retomé mi lectura, aunque no llegué a concentrarme. Mi corazón latía deprisa y recordé, imágenes y momentos de tu vida que me habían hecho feliz, infeliz, ilusionada, decepcionada, deprimida, esperanzada…

El amor te hace sentir feliz y a la vez,  duele en lo más profundo del alma.

Me miraste y me preguntaste:

“¿Cuándo me van a entender los otros que no soy yo?”.

Callé, dejé mi lectura. No debía  responderte. No quería hacerte daño. Y traté de desviar la atención y te pregunté:

“¿Quieres que nos marchemos a casa?”.

Ahora sí, te dolían las cosas de los otros y  entendías que eras un poco diferente al resto. Y pensé: “la adolescencia y las preguntas”.

Tu tono de voz, tus ecolalias y estereotipias, los intereses restringidos y los problemas de interacción social te hacían distinto al resto y como no, tus emociones estaban a flor de piel. No parabas de hacerte preguntas y buscar sus respuestas.

El amor te hace temblar y tener ilusión por las cosas.

Volviste a insistir y esta vez si te mire,

– “¿Por qué no me entienden los otros? “ Comenzabas a ponerte nervioso y alzaste la voz.

-“¿Por qué? “

Te levantaste rápidamente y girando, volviste a preguntarme:

-“¿Por qué?”

– Y gritaste:

“¿Por qué?”

El amor a veces se olvida de ti y no llega a entenderte.

Las miradas de las personas que estaban en las mesas de al lado, se volvieron hacia ti y reconocí en ellos, la superficialidad de esa multitud de  ojos clavados en ti.  Tu aspecto externo no te hacía diferente al resto, pero sí tus reacciones. Y recordé, a todos aquellos que habían pasado por tu vida sin llegar a tu interior, sin tan siquiera llegar a entenderte e incluso a equivocar tu nombre, Autismo.

Traté de recoger tus cosas, dejando el vaso vacío de bebida y cerrando mi libro y guardándolo dentro del bolso y, levantándonos, nos fuimos a casa. Había llegado ese momento que tanto estaba esperando y a la vez, temiendo. Comencé a temblar, eras consciente de que algo te sucedía.

El amor te hace aprender que antes de juzgar tienes que llegar al interior.

 

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